En verano es agradecido leer libros donde abunden heladas, tormentas y, en definitiva, haga bastante frío. La literatura rusa no suele fallar, algunos cuentos de Chejov, las grandes nóvelas Tolstoi y las señoritas inglesas del XIX. Pero estas vacaciones han sido totalmente distintas, no he podido resistirme a: Verano y amor de William Trevor (Salamandra, 2011). He aquí un título tan sencillo, como sincero y evocador, pero además es que así está escrita la novela: con capítulos breves y descripciones concisas que en apenas tres pinceladas dibujan el lugar y sacan perfectamente los claroscuros a estos dos jóvenes amantes.
La novela tiene algo de ficción radiofónica: llena de ruido, sonidos, al menos así la recuerdo yo, que mientras la leía tenía la sensación de estar viendo una vieja película de Ozu donde los sencillos gestos están llenos de significados.