Un terceto recien formado escuchan Erik Satie y beben cava a las cuatro de la madrugada. Hablan sobre Situacionismo, constructos, y demás objetos surrealistas y dadaístas. Llega una enfermera recien dormida en camiseta… Es el comienzo de un gran amistad.
El vuelo -imposible- de una cometa en una tarde sin aire. Cuatro adultos en lo alto de un tejado buscan a un niño de 9 años para que les ayude a volarla.
Me gustan tus gafas, dijo ella, y a mi tú. Eso fue lo primero que me dijistes. Es verdad, no me acordaba, dije yo.
Flaca, dame un beso.
Indiscutiblemente, Estrella, la pátina es un valor añadido a la obra de arte.
Al final de la escapada: Tú eres Nouvelle Vague, dijo él, y tú Baudelaire, dije yo.
Crecen en secreto las niñas.
Entonces pregunté a un distinguido catedrático (especialista en Vanguardias): ¿Cómo se lleva eso de la historia del arte y empujar un carrito de niño pequeño?
Como dice Vicente Verdú en La forma del mundo, ya no existe la naturaleza, sino parques temáticos. Recuerdo cuando lo dijistes. Fue en clase de Contemporáneo, hablamos del Expresionismo Alemán, y de la crisis del sujeto causado por la no-Naturaleza.
Haré como Duchamp y te traeré aire embotellado de Londres.
Me quedo con esta imagen: los dos sentados en las escaleras de la facultad, repartiéndonos las fotocopias, de no sé que asignatura, el viento sopla y tú me dices que echarás de menos momentos como este.
No volveran esos días en el que tiempo nos reunía, ma jolie…
Nunca te lo dije, pero te quiero y te echaré de menos siempre. Un beso sin fin.
A Miguel, por supuesto
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