MARIA ANTONIETA

Esta foto fue tomada hace unos días viajando desde Ámsterdam a Berlín, mientras leía la magnífica biografía de María Antonieta, momento antes de  tropezar con la última carta que la reina dedica a sus hijos y amigos.

Pese a conocer ya el dramático final de María Antonieta -comencemos por el final siempre- no fui capaz de leer de seguido sus últimas palabras. Creo que ha sido la primera vez que he tenido que tomar aliento un par de veces, cerrar el libro, buscar consuelo,  enjugarme las lágrimas otras tantas para continuar leyendo. No cabía la posibilidad de convencerme a mí misma diciéndome es ficción, no ocurrió jamás. Esta vez no. Esta vez iba leyendo línea a línea la carta que había escrito una mujer en su última madrugada, horas previas a su ejecución.

Así es el tiempo de la novelas, un presente continuo. Afortunadamente, esta vez no hubo sincronía con las horas del día y, el sol brillaba radiante para mí, mientras que para ella empezaba a despuntar el alba. Sin embargo, hubo noches de vigilia compartida donde clamores de tambores, gritos y barricadas,  tampoco  me dejaban a mí dormir. Y entonces… entonces ocurría algo maravilloso que sólo la literatura hace posible: el encuentro inesperado de dos fantasmas de distintos siglos (la reina y su escritor) con una lectora de hoy en día en plena noche.

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