Ayer tuviste una idea genial mientras te quedabas dormido pero hoy, al despertarte, no recuerdas nada. No es la primera vez que te pasa, y tampoco será la última vez que te reproches no haber encendido la (maldita) lámpara, y apuntado la genialidad. Pero claro, no tenías un cuaderno en la mesita de noche. El sueño te vencía y confiaste en tu memoria.
La próxima vez hazlo. Escribe esa idea donde puedas, en el libro, en la sábana, donde pilles y te darás cuenta, cuando te levantes a la mañana siguiente, que esa idea tan buena que se te ocurrió mientras te dormías, te pareció una gran idea, precisamente por eso, porque te estabas quedando dormido.
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