Que Kafka acabara convertido al final de su novela –comencemos por el final, siempre- en una cucaracha, me trae a la cabeza algunas ideas de Warhol acerca de la superficie. No tanto por la similitud con la que estos autores tratan el tema, como por las diferencias –aparentes- que existen entre ambos.
Si para el artista pop “todo está en la superficie” (la verdad y la mentira, lo profundo y lo superficial) para el escritor checo, esa piel que nos define esconde nuestra verdadera esencia (una cucaracha con pulsaciones de chico).
Warhol nos devolvía nuestra mirada (vacío, miedo, alegría, juventud) a través de la superficie de las cosas (Merilyns, coca-colas-, flores), y Kafka utilizaba lo superficial, lo anecdótico (el agrimensor que nunca llega al castillo, la piel trasformada) para turbarnos desde dentro.
Este verano he comenzado a mudar mi piel, pero no sé si trata de un hecho profundo (una verdadera transformación que avecina cambios), o es simplemente la acción del sol.
Para no errar, dado que lo obvio se convierte a menudo en obtuso, miro lo superficial de manera profunda (la importancia de ir a comprar una barra de pan) y, lo profundo superficialmente: se trata de sobrevivir; la vida es una tómbola, tom-tom-tómbola… l
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