«Eso es lo mejor que nos ha ocurrido en toda la vida -dijo Frederic.
Sí, tal vez. Es lo mejor que hemos tenido nunca -dijo Deslauries»
(La educación sentimental, Flaubert)
Muchos finales dan pie a comienzos, pero la mayoria se terminan una vez has cerrado ese libro que te tenía subyugado, o apagado la caja de luces. Amontonadas en la memoria, reparecen esas historias en una conversación, «ese libro lo leí, pero hace mucho tiempo…» Con frecuencia no recordarmos haber visto una película, y pasamos el rato intentado adelantarnos a alguna de las escenas para comprobar efectivamente si la vimos, o no.
Suelo acabarme los libros por la noche, entonces experimento una especie de vacio y temblor, de coherencia y desasosiego. Da igual la temática del libro, el final siempre es el mismo.
Continuar y recordar. De eso se trata cuando acabas con un libro importante. Los mejores finales son los que te impulsan con más energia a buscar otros nuevos, donde perderte y encontrarlos.
Yo tuve un amigo que me invitaba a entrar en las películas; nos cogíamos de la mano y nos lanzábamos directamente contra el celoluide: Bacall, Bogart, él y yo.
Algún día contaré como termina la película. El final es triste pero así suelen ser los mejores.
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