Un amigo me dijo que siempre estoy pensando en el final de las cosas: cuando desaparezca mi perra, cuando desaparezca yo, cuando muera Woody Allen…y ahora gracias a él también pensaré- en la noches de invierno- en el meteorito que chocará contra la tierra dentro de unos 50.000 años.
Cuando ayer me decía esto, rápidamente vino a mi cabeza Miguel Ángel y todo el arte del Renacimiento. Es decir, todo aquello que yo he estudiado y he elegido como parte de mi vida. Me producía escalofríos imaginarme el Laoconte en mil pedazos flotando en el espacio. Ni rastro de hombres, ni de sus obras. Realmente terrorifíco.
Antes de dormirme, encontré consuelo momentáneo en un pensamiento que tengo desde hace algún tiempo, nos hacemos antiguos, lo que nos interesa a nosotros no interesará a nuestros descendientes. Si cuando eramos adolescentes nos introducía en la música los grupos de los 60/70 como los Doors, la Veltve Underground, Jimmy Hendrix, dentro de 10 años será Nirvana, Pearl Jam, y los Pixies. Dejamos de interesarnos por aquello que está demasiado lejos de nostros.
Algo parecido me pasa a mi con el arte prehistórico; no dejo de mirarlo con cierto pavor, huellas de lo que fuimos pero que nada tiene que ver conmigo.
Antes de cerrar los ojos pensé nuevamente en Miguel Ángel, pero también en Dalí, Picasso, en Warhol -bueno en este último no, porque no tenía mucha fe en nosotros- Pobres, la inmortalidad no les alcanzará.
Deja una respuesta